Durante este encuentro organizado por Nueva Economía Fórum, el arzobispo compostelano se refirió a la actual concepción de la economía como un simple “cálculo utilitarista del beneficio”. “El consumir por consumir nos aboca al desastre dada la limitación de los recursos naturales”, manifestó.

A continuación explicó que “hoy se ofrece una felicidad perpetua, terrenal” a través de productos que “deben caducar y dejar de funcionar enseguida para que la persona siga cautivándose por el reclamo de lo nuevo”. “El mismo ser humano es tratado como un producto desechable”, añadió.

Uno de los ejemplos de esta “separación de lo económico” de los valores sociales o de las relaciones “gratuitas o fraternas” se refleja en la desconexión entre “el mercado y la democracia”. “El prójimo se ha convertido en un adversario que hay que vencer o burlar”, comentó.

Por este motivo, “aumentan los bienes materiales pero las personas nos sentimos más infelices”. “Voy a decir una cosa muy fuerte: quien se suicida no es normalmente el pobre sino el que ha perdido el sentido de la vida”, precisó.

Asimismo, el arzobispo compostelano criticó tanto el “hedonismo irracional” como “el empobrecimiento intelectual, espiritual y moral” de la sociedad.